Fotografía de Elba Koschel
“El modelo
de amor confluente implica la existencia de un marco ético para el fomento de
una emoción no destructiva en la conducta individual y en la conducta
comunitaria. Proporciona la posibilidad de revitalización de lo erótico –no
como una habilidad de las mujeres impuras- sino como una cualidad genérica de
la sexualidad en las relaciones sociales, formada por las atenciones mutuas y
no por un poder desigual. El erotismo es el cultivo del sentimiento, expresado
por la sensación corporal, en un contexto de comunicación; un arte de dar y
recibir placer”
A. Giddens (1998: )
Amor de mutuo acuerdo, donde la pareja se debe a
sí misma, donde no hay lugar para la hegemonía. Es una equidad de género. Un
acuerdo de respeto mutuo por la propia voluntad de la pareja. Una relación de
dos que se conjuga en uno. Dos ríos que se juntan con un solo propósito,
recorrer tomados de la mano caminos, senderos y praderas. Entretanto ir puliendo las piedras con
las fuertes corrientes y al final, tomados de la mano, desembocar en un océano de
bellas emociones.
Norma Velázquez-Jurgeit
TE
DEJE PARTIR
Yo…
te vi partir una tarde del otoño gris. Tus pasos fueron lentos pero igual de
dolorosos. Los guiaban firmemente tu incomprensión y la terquedad, esa
terquedad de vivir una vida para los demás, sin definir tus sentimientos a dos.
Pude haber dicho cualquier cosa para hacerte entrar en razón, mi vida era mía y
tú guiabas la tuya, pero nuestro amor se
conjugaba en uno. Sin embargo caminabas tan seguro, concentrado en el ruido de
las hojas secas que pateabas al caminar y mientras avanzabas con los hombros
encogidos, el rocío se prendía de la punta de tus zapatos. Y yo quise correr tras de ti y colgarme de tu
cuello. Era demasiado tarde ya para ese deseo. Tus palabras lastimaron el núcleo
de mis sentimientos.
Una vez
más me di cuenta que todo acto por retenerte salía sobrando, al final creías lo
que te daba gana creer, todo menos en mí, en los dos. Veía en tu memoria mi
fotografía con el sello de culpable. Olvidabas fácilmente la esencia de lo
vivido, nuestras lindas ocurrencias y las entregas entre cuatro paredes, donde
te sentía realmente mío.
Le
dije adiós al amor, lo deje partir esa tarde del otoño gris, mis lunas ya no
serían las mismas y mis soles tardarían en tibiar mi soledad, pero era yo de
nuevo. Sin el temor de esperar el día de ver el odio en tu mirada, y escuchar
tus insultantes palabras llenas de desprecio, cuando algo nos salía mal.
Rodeé
mis manos frente a mi pecho y me abrace fuerte, ya sentía el frio de tu
ausencia. Parada a tu espalda sostuve la vista en tus pasos un buen rato, no
creía que todo llegara su fin, pero lo aceptaba. Partías con la mirada fija al
suelo y tus manos escondidas dentro de los bolsillos.
Tus
pasos eran seguros, firmes, siempre de frente y ahí supe que no habría retorno.
Por
NV-J
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