ERA PRIMAVERA PERO PARECÍA INVIERNO
A cinco años
de su partida Mamá
2 de Abril 2015
2 de Abril 2015
El dolor es solo un estado de ánimo. Hablé con mi corazón y lo ha aceptado.
Neuhemsbach Wald, Germany März 2020 por Matthias Jurgeit |
El invierno se quedó en mis huesos como la
tristeza en mi corazón, tenía tantos planes, tantos deseos y no me esperaste
madre mía, te fuiste en una insensible tarde, sin más palabras que las mías,
tú… tú estabas ocupada con tu agonía buscando el sendero de la paz, de la
resolución, de tu final. Te despedías de todo y de nada. Quise decirte tantas
cosas en un segundo, lo que calle buscando un mejor momento. Tomé tu mano
temblando desesperada, angustiada, queriendo regresar el tiempo y contártelo
todo, todo, pero tú madre, ya no me escuchabas cuando partías. Me quedé
desolada, sin esperanza, con mi mundo en un segundo derrotado, envuelta en el
invierno, plagada de tristeza. Sentí el terrible vacío apoderarse de todo mi
ser, tu apacible rostro entre mis manos no escondía nada, luego besé tu frente
con la esperanza de regalarte un poco de mi aliento y regresarte a mí, me
negaba a dejarte partir. Descansé mi frente en tu regazo, te dije que te amaba,
debí decírtelo cada día, a cada instante. Nada sería igual, y lo compruebo cada
momento de mi vida después de esa despedida, lloro, me reclamo, grito y te
llamo, hay días que nada me da consuelo, me quedo con la mirada perdida
intentando encontrar el sentido de la existencia. Te fuiste y me dejaste
esperando una explicación de la vida, de la muerte, de esté vacío que no se
llena con nada, como si en ti estuviera la respuesta. Desespero, suspiro y
me lío en un abrazo tuyo y trato de
imaginar tu rostro con una sonrisa de paz. No quiero olvidarte madre, me da
miedo quedarme sin tu imagen, sin tus recuerdos.
Por Norma Velazquez-Jurgeit
Tengo miedo de todo el mundo,
del agua fría, de la muerte....
Pablo Neruda (EL MIEDO)
TENGO
MIEDO
Me dices
al oído que amas caer las gotas de lluvia sobre tu rostro y te veo enamorado de
la lluvia, pero al salir tomas el paraguas para protegerte de la humedad.
Suspiras
boca arriba cuando tirados sobre la cama me confiesas que amas los rayos del
sol, pero al salir a caminar me tomas de la mano y me guías despistadamente en
las sombras que nos ofrecen los árboles al pasar.
Parado
frente a la ventana admiras el agitar de las ramas, giras a mí y me aseguras
que adoras el viento, pero te he visto cuando molesto recoges tu pelo cuando el
viento se pasea por tu cabeza y quieres regresar lo antes posible a casa.
Me dices
que me amas y tengo tanto miedo que no sea verdad. Pero acepto tus besos y entonces
cierro los ojos y me dejo llevar, pero tengo miedo…
Por
Norma Velázquez-Jurgeit
No ser amado es una simple desventura.
La verdadera desgracia es no saber amar.
Albert Camus Dramaturgo francés (1913-1960)
DISCERNIMIENTO
Se
posesionó a mi lado cuando pensaba envolverme en mi concha y poner a dormir el
sufrimiento imprevisto, pero él tenía planes y yo estaba terminando con los
míos. Contesté sus mensajes por pura distracción, pues en esos momentos me daba
por vencida. Entonces pensé que era mejor escribir las tonterías repentinas de
un chateo inconcluso, que estar dando vueltas mentales en un túnel cerrado.
Flotaba
en el universo perdida, buscando desesperada una salida, algo que le diera
sentido a mi vida. Todo parecía una burla, un teatro donde yo no tenía cabida.
Otra vez en un torbellino de inseguridades, con las manos vacías, planeando un
comienzo. Ya no había cuestionamientos ni reproches, estaba en un punto de aceptación,
era yo solamente, perenne en medio del universo, en medio de la nada.
Su
mano, su voz y sus cuentos, le dieron firmeza al vacío y fue entonces que descendí
lentamente a la realidad, envuelta en un abrazo de unas manos fuertes aferradas
a mi espalda, y el respirar tranquilo directamente en mi oreja. Me dejé llevar
por el encantamiento, por las situaciones y sus caricias, entreabrí mi boca en
la espera de ese beso suyo sosegando mi aliento unos segundos. Visualicé un río
inmenso de aguas cristalinas, la corriente sonreía al alejarse y entonces sentí
el jalón del destino. Cerré mis ojos y me dejé llevar con el murmullo de su voz
ronca, mientras la luz de las estrellas iluminaba ese momento y le daba sentido
al sendero. Juntos expandimos las alas en una solemne danza de dos, frente a
frente y en un embeleso visual, la quietud de la noche fue nuestra compañía y
las incontables estrellas nuestros testigos. Hicimos de esos minutos un momento
eterno.
Nos
despedimos con puntos suspensivos, sin compromisos ni ataduras, seguros de que
el comienzo jamás será el final.
Por
Norma Velázquez-Jurgeit
Todas las cosas que uno ha olvidado gritan pidiendo ayuda en sueños.
ELIAS CANNETI
(1905-1994) Autor búlgaro en lengua alemana.
UN SUEÑO QUE SOLO A MI DIARIO CONTARÍA
Había mucho
escándalo en casa de mis padres, la gente corría de un lado a
otro, hablando en voz alta y casi todos al mismo tiempo, se les entendía poco,
pero era notoria la emoción que se reflejaba en los rostros familiares. Mi
ajuar de novia yacía sobre la cama esperando ayuda para vestirlo. De repente,
estoy dentro de la iglesia y veo tristemente mis medias, estaban llenas de
hoyos, eran negras y no pasaban con mi vestido corto de boda color perla.
Mi
hermana estaba a un lado mío y miraba desilusionada mis piernas y me dijo que
yo no podía casarme así. Se inclinó y trató de arreglarlas, intentaba con mucho
esfuerzo, tapar los hoyos jalándolas para poder juntarle las orillas, pero todo
era inútil. Entonces, me extendió unas medias de nylon color blanco y ahí mismo
me las cambié.
Estaba preguntándome todo el tiempo en que si vendrías pues ya
se hacía tarde y mi corazón se aceleraba. Yo sabía que esa boda no podía ser,
algo muy fuerte impedía nuestro amor y eso me entristecía y de nuevo llegaba la
inseguridad a mi mente. Salí corriendo de la iglesia, con el deseo de saber
dónde estabas y me encontré en la entrada a tu hermano, tu familia se acercaba
en grupos y entonces él me dijo que ya estabas por llegar. Después de que me consoló
un poco, continúe corriendo hasta llegar detrás de la iglesia.
Había un grupo
de gente que murmuraban entre ellos pero alcancé a escuchar que alguien había
muerto. La persona que me miraba amenazadoramente desde un auto de policía, lo
había matado. Luego comencé a caminar hacia atrás y mientras él, sin apartar la
mirada de mí, se bajaba del auto y empezó a perseguirme con ayuda de alguien
más. Corrí lo más que pude y al hacerlo iba mirando mis pies y me di cuenta que
ya vestía las medias blancas.
Llegué a la iglesia y tropecé contigo en la
entrada, habías llegado en ese momento y me tomaste entre tus brazos, yo me
sentí protegida y como por arte de magia; se me acabó la preocupación del
perseguimiento. Vestías un traje negro y corbata, no tenías pelo y tu perfume
me encantó. Lo vi todo en tus ojos…
¿Qué, qué miré
en tus ojos? Y al escuchar tu pregunta el sueño que al principio se me venía
como una terrible pesadilla, giró repentinamente. Miré en tus ojos; protección,
confianza, mucha ternura y yo sentí que el corazón me dolía, quise recargar mi
cabeza en tu hombro pero en ese momento me desperté. Tus ojos me lo dijeron
todo, me sacaron de duda y dentro de mi excitación me llenaron de una seguridad
que hacía mucho me había abandonado.
Y cuando me
dijiste que eso es lo que realmente ofrece tu corazón… porque me pertenece. Y
fueron esas palabras, las que me confortaron aún más y me llenaron de una paz
que disfruto.
La sensación se
ha quedado por el resto de la semana, ocupa mi mente hasta en momentos que
requieren mi atención, me pongo a repasar de principio a fin como si hubiera
sido una vivencia real. He decidió dejarlo aquí con letras y guardado en mi
diario, así me dejará descansar durante el día y en la noche volver a repasarlo
y recordarte como lo hago cada noche, en la soledad de mi dormitorio.
Por NV-J
Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, justamente una vida bien usada causa una dulce muerte.
(Leonardo Da Vinci)
TE FUISTE
Caminé despacio escalera arriba, mi
corazón aceleraba los latidos conforme escalaba, nunca imaginé la impresión que
me causaría verte, entonces renegué un poco mentalmente de cuan injusta puede
ser la vida. El cuarto estaba
lleno de gente, mirando pensativamente hacia la cama, y tú tal vez soñando o
escogiendo el camino que te guiara hacia la luz. Escucho lo que dice tu hermana
que tú le propusiste (que está igual o un poco menos enferma que tú) antes de
que entraras en ese letargo; que la acompañes en ese camino que te da miedo emprender,
que su padre la espera por un camino lleno de luz e infinidad de flores.
Pero ya tienes el
cuerpo encogido a medio vivir, los ojos cerrados. De vez en cuando movías las
manos, más por inercia que por otra cosa, por largos momentos te quedabas inconsciente,
respirando apenas. Me acerqué despacio a la orilla de la cama, te hablé con una
voz que no se parecía a la mía, me respondiste con un gesto adolorido, moviste
lentamente tu cabecita desnuda y la posesionaste frente a mí, te tomé de la
mano con una caricia temblorosa mientras te decía quién era por si tampoco tú
reconocías quien te hablaba y un llanto
incontrolado se apoderó de mí, las lágrimas rodaron sin control y no pude
sostener la mirada hacia tu cara, salí de ahí más rápido de como entré y fui en
busca de mi hermano. Lo abracé, los dos
lloramos unos instantes juntos, en un abrazo tembloroso por los suspiros de su
pecho y el mío.
Se borró de
inmediato la felicidad que sentí al bajar del avión y mirar a mi familia
esperándome con los brazos abiertos y la sonrisa de cada uno que me llevé al
despedirme hace tres años de mi última visita. Vacío e inseguridad acompañaron
mi llanto y no sé por qué lo recordé a él, si su recuerdo era lo que menos quería
en esos momentos, añoraba un abrazo fuerte, hundir mi cara en su pecho y
mojarle la camisa con mis lágrimas, pero su imagen se esfumó con la voz de mi
hermano que me consolaba en lugar de consolarlo yo a él. Ahora me doy cuenta
que en ese momento me hizo falta su presencia, cómo desee su compañía.
Ahí en esa cama yacías
tú, con el corazón activo y la mente terca, pero con un cuerpo destruido que ya
no te respondía, un cuerpo que cobardemente te traicionaba, entonces pensé que
habías nacido en el cuerpo equivocado, tú merecías más de la vida. Hay muchos
momentos que quiero borrar de esa semana que viví tu agonía, pero mi mente se
empecina en recordar, entonces me propuse a recordarte feliz.
Cuando la mente y
el corazón se empecinan a la vida y el cuerpo se niega a continuar, que dura agonía,
que sufrimiento tan grande se ha de sentir. La muerte no es dolorosa, el dolor
es partir sin desearlo, escuchar las súplicas de quien se queda que no te dejan
partir y tú solo deseas descansar, entrar en un letargo profundo y placentero.
Partiste de madrugada y nos dijiste sin palabras que te dolía hacerlo, pues tus
lágrimas rodaron por tus mejillas antes de tu último suspiro, después te
quedaste quieta y dibujaste una sonrisa dolorosa en tu rostro. Tu cuerpo yacía
inerte en medio de la cama y tu alma se despedía despacio observando el dolor
de tu partida. Te lloramos y mucho pero nos consuela que te hayas ido a
descansar, sería injusto rogar que te quedaras.
En medio de flores
y cuatro lirios descansaba tu cuerpo sobre un nicho blanco almidonado, el rojo
de tu vestuario te hacía parecer como la Blanca Nieves del cuento que releí de
pequeña. Mientras tu alma flotaba sobre nosotros despidiéndose para siempre,
las fotos en la pantalla nos hacían pensarte feliz y complacida, aunque te
veías en ellas viva y fuerte así como eras, los rezos nos devolvían a la
realidad de tu ausencia. Cada uno se despedía en silencio al lado de tu ataúd,
yo me atreví a decirte en silencio que algún día nos volveríamos a encontrar,
porque siempre he pensado que la muerte no es un adiós sino un receso en el
tiempo.
La música de
mariachi y una ruidosa banda te dieron el último adiós en el cementerio,
escuchamos tus melodías favoritas a veces en medio del llanto o en silencio recordando
tu imagen en vida. Dejaste a tu esposo y a tus dos hijos que te recordaran toda
la vida como una mujer de lucha, ejemplar esposa y madre amorosa. Una mujer que
tenía muchas ganas de vivir, ver crecer a sus hijos, verles sus sueños
realizados, aplaudir sus éxitos y animarles en sus fracasos. Aunque eso no
podrá ser físicamente, el amor que les tuviste se quedó en sus corazones y la
fuerza que tenías para continuar en ésta vida es el motor que los hará sentir
que los apoyarás toda la vida y estarás con ellos siempre. No te has ido, solo
el cuerpo ya no te respondió, pues naciste en un cuerpo equivocado.
Observaba en la
tercera fila tu último adiós que era igual de doloroso para mí como para toda
esa gente silenciosa, juntos veíamos tu féretro deslizarse poco a poco y
perderse en la profundidad. Tomé la rosa roja que me ofrecieron y poco a poco
me acerqué, la aventé hacía tu última morada y en silencio te dije hasta luego,
di la media vuelta y me retiré.
Al saber que estabas desahuciada, sin esperanza alguna de seguir entre
nosotros, decidí venir a verte, porque aunque no convivimos mucho, tú
significabas bastante y eras parte de mi familia, me dejaste muy lindos
recuerdos y una lección de lucha y valor por la vida. Mi alma sufría en el momento en que te fuiste,
pues mi corazón lastimado buscaba salida, pero junto con tu féretro de caoba
enterré mi orgullo y alcé la mirada hacia adelante. Me liberé de mi coraza y
busqué en mi corazón su recuerdo, sentí como caía la tierra sobre la caja y
retumbaba en mis oídos el sonido hueco que tú ya no escuchabas. Pensando me
alejé de ahí, mientras caminaba recopilaba trozos de mi vida que habían estado
rezagados y aunque trataba de poner en orden el rompecabezas de vivencias no
lograba hacerlo, nebulosas imágenes iban y venían. De momento cayeron en
cascada inundando mi mente y lo pensé a él, después de tanto tiempo e intentos
de olvido, su imagen llegó a mi mente en medio del dolor y llanto, porque ya
lloraba cuándo su sonrisa se apoderó de mi recuerdo y mis pasos me dirigieron a
él.
(En memoria de mi cuñada Angélica Urista)
NV-J
L
|
eía en el balcón un libro que no captaba mi
atención, lo dejé unos minutos sobre la mesita y me dispuse a echarle un
vistazo al vecindario, mientras me succionaba a través de un popote, una bebida
refrescante.
Y entonces, enfoqué curiosa el coche oscuro de
mi vecina, rodando con agilidad tranquila las cuatro llantas sobre el pavimento,
dirigiéndose por la angosta calle hacía el estacionamiento. Con una maniobra,
que solo en ella había visto, estacionó de reversa, después de dos movimientos
al frente y dos cortos hacia atrás. Descendió con la cabeza gacha, mirando
siempre hacia el piso, la espalda curva y los pantalones a medias cachas.
El calor de esa tarde, le azotaba despiadado la
cara un poco negruzca por el sol y una nube de mal olor la acompañaba al
apearse. Rodeó el auto y se plantó frente a la cajuela para sacar dos
misteriosas bolsas, con mugres que siempre cargaba. Bajó delicadamente la
portezuela y la revisó en repetidas ocasiones, confirmando que estaba bien
cerrada, entonces regresó para asegurarse de la puerta del chofer, palpó el
vidrio de la ventanilla, como dibujando una raya lateral, enseguida levantó la
manija un par de veces, volvió a tocar el vidrio y hablando con ella misma, con
mueca satisfecha se encaminó a su casa.
Avanzó solo cuatro pasos y luego decidió
regresar, revisó de nuevo la ventana, el vidrio, la manija y cuando pensó que
todo estaba en orden, dio vuelta y caminó de frente, hablando entre dientes,
moviendo apenas los labios. Giró el cuerpo dos o tres veces hacia atrás, asegurándose
que el coche aún estaba ahí, estacionado de reversa tal como lo había dejado. Y
esto… era justamente una acción diaria.
Sonrió y alzó un poco la mirada, los ojillos sobresalían
de los gruesos lentes, cargó las bolsas con agilidad, pero sus pasos se veían
ya cansados, la espalda empezaba a curvarse y el pelo se le veía ya plateado.
En su casa la esperaban sus padres que andan ya
por la vida exhaustos, besando el piso y dándole la espalda al cielo y el
hermano, aunque más joven que la loca de al lado, pero más deschavetado que
ella, pues a él ni coche le permiten manejar.
Mis vecinos, una familia deschavetada, la que
vive al lado, entre un montón de basura y cosas inútiles que recolectan a
diario. Son los mejores coleccionistas que he visto.
¡Ah que deschavetada mí vencida!… pero más
deschavetados los que le otorgaron la licencia de manejo, pues aquí sentada y
observándola, pienso que es un caso de alto riesgo.
Cuando la observo desaparecer en la esquina de
mi casa, echo mano del aburrido libro y me concentro en la lectura, pero sin
antes suspirar dos y hasta tres veces. La tarde desvanece ahora y la noche
empieza hacer su aparición.
Un día más que se va o un día más que viene.
Un día más que se va o un día más que viene.
Por NV-J
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