Simplemente…
no soy la misma
N
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o me aferro a usted
más, sé que fue el momento de partir, solo que egoístamente soñé que me pertenecía y su lugar era junto a mí.
La vi tan fuerte, la sentí cuando busqué
refugio entre sus brazos sintiéndome niña y escuchaba el palpitar de su corazón
acurrucada en su regazo, protegida ante el mundo, ante la vida, usted era mi
roble, el pilar donde recargarme, refugiarme de mis miedos, mis inseguridades. Hoy
he abierto mis manos y la he dejado ir, pero me consuelan sus amados recuerdos
de los que pienso vivir.
Cuál chiquilla al
despertar, busqué corriendo cada mañana la tibieza de su cama para sentirme
amada, protegida y robarme un momento más de esa cercanía que cambia con la
edad y entonces, creyéndome toda una experta, la olvidé por temporadas. Porque
pensé que yo era la única con el derecho de alejarse, pero siempre regresé con
la singular razón de saberla mía, porque ese era mi lugar y segura estaba que
me esperaba, que siempre lo haría.
Sí… también la vi de
soslayo y con dolor oculto sufrir por mis imprudencias, cuando pensé que era yo
contra el mundo, pues éste desafiante me hechizaba allá afuera, por lo tanto no
me quedó otra que hacer sus advertencias a un lado y empecé mi lucha por la
vida, algunas veces perdí y otras gané y mi consuelo fue saber que siempre
estaba ahí… para mí.
Quise hurgar en mi
memoria para sacar el más viejo de mis recuerdos, pero son tantos madre mía y
en todos está usted que será imposible que la olvide. Hoy he guardado mi
sufrimiento por su ausencia, mis ojos ya no tendrán la dicha de verla, pero mi
pensamiento la atrae a cada momento y mi corazón abarca su rostro y su sonrisa.
La imagino en un cielo
lleno de alegría, la imagino feliz, tranquila en un lugar digno para una reina,
rodeada de abundantes flores, ríos de agua mansa, de pajarillos que le cantan y
de infinitos cielos carentes de tormentas. La veo disfrutando con una sonrisa eterna en una
paz absoluta.
Ha cambiado mucho mi
vida con su partida, simplemente no soy la misma, pero me cobijo en los
recuerdos, en el eco de las voces, en
nuestras vivencias, sus invaluables enseñanzas y esos momentos felices que solo
se viven entre madre e hija.
Y hoy mamá, cierro mis ojos, abro mi corazón y sobre
la cima de mi razonamiento, mi abnegado altruismo, la estoy abrazando fuerte, expando mis manos y
la dejo ir. Desde hoy la buscaré en el agua, el aire, las aves y el firmamento
e inhalaré el perfume de su recuerdo con devoción, con amor.
Mientras me deleito
con su eterna sonrisa, agradezco a la vida, al universo por la gran bendición
al prestarme un ángel, al mejor ángel del cielo.
(A catorce meses de su
partida)
NV-J
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